Universidad Católica sigue haciendo historia. Supera a Everton, en Sausalito, y alcanza la estrella 16. Es el primer club nacional es ganar cuatro torneos largos al hilo en la Primera División. Un premio al que hace bien las cosas.
El fútbol chileno no tiene a un nuevo campeón: tiene al mismo que en los últimos cuatro años. La era más exitosa de la historia de Universidad Católica sigue acumulando trofeos. Una década dorada que ahora suma un hito que ingresa directamente a los libros históricos del deporte nacional. La institución estudiantil es el primer equipo en alcanzar un tetracampeonato en torneos largos. Una hegemonía incontrarrestable, una supremacía tan notoria como justificada. Es el premio al que hace las cosas bien. Es el premio a un grupo de jugadores que dejó en el olvido épocas de frustraciones repetidas, de campañas que no lograron llegar al objetivo, de años de lamentos. Hoy, la tienda afincada en Las Condes es la que manda en el campeonato nacional.
La posibilidad de una nueva corona en la jornada final, cuando hace semanas el panorama era completamente distinto (derechamente utópico con Poyet en la banca), le dio al duelo de Sausalito una categoría superior y una expectativa mayor, tanto así que los 8.000 tickets para los fanáticos cruzados se acabaron con el mismo grado de velocidad que de polémica. Aunque se haya reflotado durante la semana el famoso cotillón, el plantel de la UC se ha acostumbrado a jugar partidos importantes, un plus a la hora de las definiciones. Y también a mantener la mesura (no sentirse ganadores antes de jugar). Católica fue local en Viña del Mar.
Nervios. Ansiedad. Las finales son instancias de dientes apretados y máxima concentración. Tratar de no multiplicar los errores. Y el inicio del partido tuvo de aquello. Paulucci repitió el mismo once que superó a Huachipato, con Montes en la punta izquierda (mientras Puch y Orellana veían el encuentro desde la tribuna).
Ese nerviosismo se convirtió en algarabía cuando en Viña se conoció del 1-0 de Antofagasta sobre Colo Colo. Fue una catarsis para liberar tensiones y para sentirse más cerca del objetivo.
Everton no tuvo problema en cederle el control del balón a la UC, que apostaba por el uso de las bandas para atacar a la defensa ruletera. Más allá de un remate de Fuenzalida, en los 11′, se trataba de un partido poco vistoso. El punto de inflexión, a favor de los franjeados, sucedió en el minuto 37. Tiro de esquina al primer palo enviado por Luciano Aued y Julio Barroso, uno completamente identificado con Colo Colo, anota en su propia portería. Abrazos por doquier en la cancha y alegría desatada en las tribunas. Ese título soñado era cada vez más real.
Los tiros de esquina fueron el abrelatas predilecto de Católica en la calurosa tarde viñamarina (e inolvidable, desde ahora). Cuando arrancaba el segundo lapso, tras un rechazo desde la línea de meta, Alfonso Parot se despacha una volea de zurda que se cuela en un rincón para el 0-2. El caso del lateral es fiel reflejo del cambio del equipo con la asunción de Paulucci. Con Poyet, el Poncho estaba lejos de su mejor nivel. Pero en la última parte del torneo fue un mayor agente ofensivo por su banda y llegó al gol, como en La Serena y como este sábado.
Con la corona en el bolsillo, el resto del encuentro distaba mucho con el principio. Los nervios aplacaron y la ansiedad se transformó en felicidad para la nutrida fanaticada cruzada que se desplazó hacia la Región de Valparaíso. Quedaban 10 minutos para el final y el “tetracampeón” retumbaba en Sausalito. La guinda de la torta fue el 0-3 de Felipe Gutiérrez, con un tiro libre que dejó inmóvil al meta Torgnascioli.
En la década, Universidad Católica es la dominadora absoluta de la Primera División nacional. Es la sexta estrella en los últimos 10 años. Para qué hablar de las recientes cuatro temporadas y con cinco entrenadores en ese camino: Beñat San José, Gustavo Quinteros, Ariel Holan, Gustavo Poyet (el único que fracasó) y Cristian Paulucci. Superando diferentes vicisitudes, desde la pandemia, el mal paso del uruguayo y hasta la derrota en el Monumental que mermó sus posibilidades de campeonar. Pero un equipo con oficio, la mezcla ideal entre hombres de experiencia (Fuenzalida, Aued, Zampedri) y su poderosa cantera (Núñez, Saavedra, Valencia) nunca dejó de creer. La tremenda campaña del “Pelao Termo” habla por sí sola.
Católica termina como el equipo con más victorias (22), el más goleador (65), el único que finaliza invicto como local y con el artillero del torneo. Es el justo campeón. Es la era de la UC. El premio a hacer las cosas bien.
Everton 0: Torgnascioli; Maldonado, Barroso, Oyarzún, Riquelme; Echeverría, Madrid (46′, Bravo), Berríos (83′, Moya); Cuevas, Waterman (83′, Leiva) y Cañozales (46′, Cerato). DT: R. Sensini.
U. Católica 3: Pérez; Fuenzalida, Lanaro, Huerta (83′, Asta-buruaga), Parot; Núñez, Saavedra, Aued (76′, Gutiérrez); Valencia, Zampedri y Montes (69′, Buonanotte). DT: C. Paulucci.
Goles: 0-1, 37′, Autogol de Barroso, tras córner de Aued al primer palo; 0-2, 48′, Parot, zurdazo de volea tras un tiro de esquina; 0-3, 85′, Gutiérrez, con un tiro libre.
Árbitro: J. Bascuñán. Amonestó a Barroso y Echeverría (E).
Estadio Sausalito. Asistieron 13 mil personas, aprox.
En cursiva, jugadores juveniles.